En principio, Juan Luis Segundo dedica su obra a presentar un Jesús humano e histórico, abordando su vida y su proyecto (βασιλεία τοῦ θεοῦ) desde los evangelios sinópticos (Mt, Mc, Lc) y el Corpus Paulinum. Quizás la pregunta metodológica sería: ¿cómo y por qué aproximarnos a Jesús de Nazareth? En efecto, la figura de Jesús continúa siendo atrayente y puede ayudarnos a comprender mejor la existencia humana.
Para el autor la fe tiene una dimensión
antropológica y eso significa que está presente en todo ser humano, pero de manera
distinta, además, existen “datos trascendentes” que son decisivos para la fe y que
son mediaciones adoptadas por todo ser humano. Por tanto, todo ser humano
siempre está apostando por algo que le otorgue mayor felicidad. Otro elemento
antropológico es la ideología, que se define como todo sistema de medios
naturales y artificiales para alcanzar un fin, está presente en todo ser
humano. Fe e ideología se complementan. Ya que, la fe antropológica no se opone
a la ideología y utiliza el lenguaje icónico para comunicar lo que se quiere
representar, con dicho lenguaje se expresa la experiencia del Absoluto. En
efecto, la fe religiosa (dentro de la fe antropológica) se volvería sistema
ideológico (ritualismo, legalismo, etc.) si prescinde de la ideología. Ciertamente,
Jesús tenía estos mismos componentes (fe e ideología) y por eso importa ponerlo
como modelo.
A continuación, Segundo aborda la tensión que
existe entre la figura del Jesús pre-pascual y pos-pascual, y por tal motivo
propone dos criterios exegéticos: a) distinguir lo pre-pascual de los
pos-pascual; b) considerar la teoría de las dos fuentes (Q y Mc), para ahondar
esta tensión. Básicamente, la propuesta consiste en asumir el testimonio de la
primitiva comunidad cristiana, dicho testimonio revela que los evangelistas,
junto a la comunidad, hicieron una relectura de los dichos y hechos de Jesús, a
la luz del Misterio Pascual, lo que supone características de una experiencia
pascual fundante. En el ámbito pre-pascual resalta a Jesús como profeta de la βασιλεία τοῦ θεοῦ, que viene a ser el nuevo gobierno
de Dios, dicho kerigma iba acompañado
con un estilo de vida cercano a los publicanos y pecadores (Mc 2,17), pobres y
marginados, etc. También lo llevó al conflicto con las autoridades político-religiosas
de Israel, cuya entidad máxima era el Sanedrín (Mc 15, 26). Hasta aquí Segundo
ofrece una nueva perspectiva sobre la clave política en la figura de Jesús, Él actuaba
en claves humanas.
En el anuncio del Reino
de Dios es percibida la opción preferencial por los pobres y pecadores (opción
hermenéutica), aspecto que está contemplado en la enseñanza de las parábolas,
dado que el Reinado es explicado con imágenes accesibles a los seguidores. Estas
parábolas: a) Confirman la clave político-religiosa en la predicación de Jesús;
b) Además del valor pedagógico, revelan el plan de Dios; c) Denunciaban los
anti-valores que surgían de la oposición (Lc 12,16-21). Jesús en sus enseñanzas
era crítico y encendía la consciencia social, denunciaba toda ideologización
del proyecto de Dios, por tal motivo ganó opositores: entre fariseos, saduceos,
herodianos, escribas, etc. Inclusive pasó por la incomprensión de los
discípulos. Mientras tanto, los milagros (actividad taumatúrgica) están vinculados
a la enseñanza para revelar su autoridad y las fuerzas del Reino. Sin embargo,
conviene recordar que el secreto mesiánico estuvo presente en Marcos, hoy interpretado
desde varias perspectivas: pedagógico, teológico, literario, político, etc. Fundamentalmente
para evitar que se equivocara/manipulara el estilo de mesianismo que se
desplegaba y el tipo de Reino de Dios que se esperaba/construía.
Segundo comprende que
la vida de Jesús era siempre proactiva (murió como vivió) y que él estaba
consciente de su futuro padecimiento en Jerusalén, al igual que otros profetas
(la muerte). Sabía de las implicancias que traería su anuncio de la venida del
Reino con poder y su concepción de Dios distinto del Sanedrín. Seguidamente,
insiste en que la primera interpretación de la Resurrección, plasmada en los
discursos de Pedro (Hch 2,22), de alguna manera prevalece la escatología en
desmedro de la historia. Es decir, el proyecto de Jesús del Reino desaparece y
el tema pasa a ser la salvación por la permanencia de la comunidad, aspecto que
será más abordado por Pablo. En síntesis, analiza los relatos de la
Resurrección, reconociendo que detrás de las narraciones y perícopas hay un
género literario, por tanto, la Resurrección es un dato trascendente (resucita la persona y sus proyectos), no una
apología, es el evento central de la enseñanza cristiana, testimoniada por la
Iglesia primitiva (1Cor. 15,14).
En
la segunda parte de su obra, Juan Luis Segundo analiza el Corpus Paulinum: su evolución, género literario, método de lectura,
etc. Inicia tocando el tema de la parusía (discurso escatológico), asunto sobre
el cual Pablo tuvo que reorientar de nuevo a la comunidad de Tesalónica (1Tes
4,14.16), demostrando así que había un problema hermenéutico en la relación
entre escatología e historia en las
comunidades. En las cartas encontramos una clave
antropológica porque responden a problemas ocasionales y a la vida
concreta. En ellas está presente un pensamiento dialéctico y su método consiste
en personificar conceptos abstractos (Ley, Pecado, Justificación, etc.), los
términos son utilizados como entidades vivas. Inmediatamente, en Rom. 1,16-32
establece un principio de salvación que está basada en la fe. A su vez, el Apóstol
plantea como interpretación de cómo paganos y judíos se someten al Pecado. Es
la injusticia hacia el hermano la que apresa o hace indócil a la verdad,
sometiendo a pagano y judío al Pecado
(Rom. 1,24.26.28). Revela un proceso de alienación en que el Pecado (hamartia)
se vuelve dueño del ser humano. Este conocimiento de la vida del Pecado permite
un redescubrimiento de la propia condición de hombre. Para expresar la
evolución del pensamiento paulino, Segundo propone un estudio exhaustivo de
Rom. 2,1-28; 3,1-20, describiendo que tanto judío como pagano aparecen
cometiendo actos infra-humanos, por causa de la injusticia, matando lo humano en el hombre. En alusión a la Ley, el
Corpus Paulinum permite entender que
la verdadera actitud ante la Ley consiste en hacerse responsable por el
hermano, hacia el pobre y necesitado, sin estar sometido a ella (Gál. 5,3).
Luego,
Segundo profundiza el sistema de Pablo en Rom. 3, 21-31, son 11 versículos
complicados de interpretar y que produjeron, consecuentemente, división entre
las Iglesias cristianas. Entra en debate la relación entre la Ley y la fe,
introduciendo un nuevo enfoque cristológico. Pero, lo que está en el centro de
atención es el tema de la Justificación por la fe en Jesucristo, independientemente
de la obras de la Ley (Rom. 3,28); el ser declarado justo por la fe, implica
reconocer la acción de Dios. Ser declarado justo consiste en un regalo de la
Gracia de Dios, es el caso de Abrahán (pre-revelación) que no era judío ni
cristiano, sino un pagano. Dios no lleva su plan a modo de contabilidad. Entretanto,
en clave antropológica, el hombre está esclavizado por el Pecado, incluye a los
paganos que caen en la idolatría y eso se opone a la fe. Así pues, el criterio
de la fe tiene un carácter universal (trans-histórico) y está en oposición a
las obras de la Ley. A propósito, Pablo apunta a ir más lejos (a ser adulto),
porque la Ley tiene el papel de un pedagogo (Gál. 3,24), que ayuda al niño a
dejar de pensar como tal. Hasta aquí, como fundamento evangélico, tanto Pablo
como Jesús están contra los estragos que “lo religioso” puede hacer a la
humanidad. Posteriormente, el teólogo jesuita estudia Rom 4,1-25 para poner
énfasis en la figura de Abrahán (Padre de la fe), el mismo fue declarado justo
cuando no tenía relación alguna con la Ley, su justificación no está
relacionada con ninguna obra. Su trabajo consistía en hacer historia. Después,
el teólogo uruguayo profundiza el capítulo 5,1-20 para presentar el recorrido
entre Adán, Cristo y la victoria, en el fondo se trata de la transformación
antropológica, de una creciente madurez, con la reconciliación ofrecida por
Jesucristo, dicho cambio tiene universalidad cualitativa y cuantitativa. Ante
esto surge la pregunta: ¿Cuál es la tarea del hombre? ¿Cómo queda el tema de la
libertad humana frente a la justificación divina?
La
exégesis de Rom. 6,1-25 está centrada en el cristiano ¿liberado del Pecado? Y
de ahí destaca la fuerza de la fe en la perspectiva de la victoria universal de
Cristo que protege al hombre de los falsos ídolos y del auto-engaño. Marca un
nuevo horizonte y un nuevo comienzo el bautismo (Rom. 6,3-5), el cristiano
experimenta una nueva configuración antropológica, incluso implica ser libres
del Pecado, la Ley y la Muerte, porque los cristianos llegarán a ser maduros y
herederos del universo. En sí, el ser sepultado en Cristo permite una nueva
propiedad antropológica, es una transformación existencial, ahora se trabaja en
proyectos de justicia para la vida. Segundo siguiendo a San Pablo resalta que
la Ley puede instrumentalizar al hombre y puede ser usada con la finalidad de
cometer injusticia. Continúa en sintonía Rom. 7,1-24 que apunta a la lucha
contra la Ley y la Muerte. En particular, el Apóstol siente que existe un
misterio del hombre dividido, tal realidad vendría a ser una profunda paradoja
del ser humano: desea hacer el Bien, pero hace el Mal, se trata de la Ley de
las entrañas. En este aspecto, Pablo usa la primera persona singular para
representar a la humanidad entera. Se trata de una dimensión antropológica que
incluye al pagano. En el hombre están mezclados su yo (primera persona) y lo
que habita en él, que a veces lo lleva a la corrupción. En síntesis, la realidad
del bautizado consiste en llevar una vida conforme a la de Cristo. Exige
renunciar a la idolatría y la observancia literal de la Ley.
Concluyendo
la obra, Segundo retoma la historia como categoría constitutiva central del ser
humano, en la cual el hombre siempre está conducido por la promesa (Abrahán). Siempre está apostando por algo o alguien.
Permanentemente busca estructurar su vida con proyectos, como fue el caso de
Jesús al apostar por el proyecto del Reino de Dios. Por lo tanto, la clave
antropológica, semejante a la clave política de Jesús, hace parte de todo ser
humano. En ese sentido, Jesús (verdadero Dios y verdadero hombre) puede seguir
interesando tanto al ateo como al cristiano (con más razón). En síntesis, los
sinópticos, el Corpus Paulinum, los
grandes concilios (Nicea, Éfeso, Calcedonia) respondían a la combinación entre
historia y escatología, además, de cómo es la relación entre Jesús y el
Absoluto. En fin, Jesús no es un patrimonio privatizado por la religión, es de
todos. Su historia perdida y recuperada otorga una luz a todos los seres
humanos que desean apostar y desean construir una historia.
Por: Cristóbal
Ávalos Rojas